Turismo de sol y
playa
Es el turismo por excelencia, también llamado “turismo de
masas” : millones de personas se mueven cada año buscando el mar, arena y
el sol.
A priori, el turismo de sol y playa a primera vista parece
el turismo más insostenible, sobre todo si se piensa en las enormes torres de
rascacielos de algunas localidades costeras, los miles de apartamentos apiñados
y las playas abarrotadas de gente.
Desde el punto de vista económico: en principio parece todo
un éxito, de ahí el interés de desarrollarlo
cada vez más. Supone una importante fuente de ingresos para la localidad.
En cuanto a su parte negativa, su rentabilidad puede
desembocar en una inflación que impida a parte de la población local pagar los
mismo precios por las cosas que pagan los turistas. De igual forma, si el
dinero no revierte en la localidad, tampoco es sostenible.
Desde el punto de vista social
La gran ventaja es el desarrollo económico de la zona.
Muchos habitantes harán del turismo su fuente de ingresos, bien trabajando directamente
con los visitantes o bien de forma indirecta, a través de la venta de productos
o servicios para ellos, o simplemente se beneficiarán de las infraestructuras y
mejoras realizadas en la localidad.
Parece que no tengan estipulada límite de capacidad de
turistas: si los locales no se “adaptan” a la llegada de los “veraneantes”
quizás tengan incluso que marcharse a vivir a otro sitio. El incremento de la
delincuencia, tráfico, ruidos, contaminación…también puede ocasionar malestar
de la población local.
Desde el punto de vista ambiental
De los aspectos positivos: se realizan más limpiezas
continuadas de la arena de la playa, depuradoras que mantener el agua pulcra al
agua…
En lo negativo, la edificación. Es un turismo que exige
mucho suelo: no sólo viviendas sino en otras edificaciones para ocio
(restaurantes, golf, hoteles, instalaciones deportivas…)
También puede afectar la degradación del ecosistema marino y
costero por la contaminación atmosférica, de suelo y agua o los residuos
incontrolados.
Iniciativas para su cambio, o al menos para minimizar su
impacto, es el de la declaración de las “Banderas Azules” que todos los años se
realiza en Europa. Gracias a ello, muchos municipios trabajan en materia de
sostenibilidad para conseguirlo. No es suficiente, pero es un paso más.